Sentarnos en un bar y pedirnos una Coca-Cola, una Fanta o cualquier refresco azucarado es una acción mucho menos saludable de lo que pensamos normalmente. La ingesta de este tipo de bebidas se ha vuelto tan extendida desde la última mitad del siglo veinte, que muchos de nosotros estamos realmente enganchados sin habernos dado cuenta. Y es que abrir una lata o botella de refrescos se ha vuelto un gesto tan cotidiano, que ha hecho con lo concibamos como algo casi inofensivo. Precisamente son las altas cantidades de azúcares las que hace que este tipos de bebidas generen una serie de dependencia o adicción. Y además de contar con un nulo valor nutricional para nuestro organismo, su consumo puede provocar la aparición de problemas de diabetes.
