Cuando Hiroo aceptó esta misión a finales de 1944, las cosas no iban muy bien, ni para Japón ni para el mismo. No sólo tuvo que hacer frente al desarrollo de la guerra de guerrillas con sus camaradas, sino que todos sus planes de batalla se encontraron con la resistencia local, ni siquiera del ejército estadounidense. Aunque había recibido instrucciones de destruir los aeródromos, sus superiores cuestionaron sus planes y dijeron: “Si lo volamos ahora, no podremos utilizarlo cuando recuperemos el control del cielo”. Hiroo se sintió muy frustrado. Pero el soldado japonés no tardaría en probar la acción.
