La Segunda Guerra Mundial y la destrucción que provocó en todo el mundo llegaron a su fin hace varias décadas. Pero por alguna razón, en una isla remota, aún no se había declarado la paz. Campos arrasados, pistas de aterrizaje de aeropuertos saqueadas, disparos que a veces salían del bosque y culpables que nunca pudieron ser atrapados.
A medida que el número de víctimas mortales empezaba a aumentar, la pregunta seguía sin encontrar respuesta: ¿quién era ese soldado convencido de que la guerra seguía en marcha?