Aunque Bobbi y Kenny ya eran padres de una niña, y a pesar de que entendían perfectamente los riesgos de continuar con el embarazo, decidieron abortar la posibilidad de realizar una “reducción selectiva”. Decidieron que sería demasiado difícil para ambos resignarse a perder a cualquiera de sus posibles hijos. Los dos estaban dispuestos a continuar con su embarazo hasta el final, asumiendo todos los obstáculos y dificultades que pudieran encontrar en su camino. Rendirse no era una opción para ellos y esperaban a sus siete pequeños deseosos de brindarles una vida cargada de amor y cariño. Formar una familia tan numerosa jamás se les había pasado por la cabeza, pero para ellos, se trataba de una auténtica bendición del cielo.