Al principio, la gente que vivía en el vecindario no podía poner su dedo en el lugar de donde provenía el olor y durante un tiempo, sólo trataron de fingir que no existía. Pensaron que desaparecería eventualmente, pero desafortunadamente, nunca lo hizo. No hace falta decir que culparse unos a otros era algo que no querían hacer, ya que esto sólo empeoraría el asunto. Finalmente, todos llegaron a la conclusión de que el olor provenía de una casa abandonada en el vecindario, y para este punto, sabían que tenían que hacer algo.